Mi marido y yo hemos vivido en lugares sin nieve durante más que una década, pero al principio de este año, esto cambió completamente. Fue una tontería suponer que no habría nieve cuando llegáramos a Montana, pero no me sentía preparada para la cantidad que encontramos. Al entrar a Montana, condujimos entre montañas y árboles cubiertos de blanco. Fue tan lindo que recordé la frase de Dorothy en el Mago de Oz,“Toto, creo que ya no estamos en Kansas”.
Me acuerdo de rascar el hielo de las ventanas del coche cuando vivía aquí de joven–siempre llegábamos tarde. Lo odiaba. Pero ahora, no creo que sea tan mala la nieve. Tal vez como tengo un horario más flexible y una actitud más positiva, creo que hay muchas cosas de las que disfrutar en invierno.
De momento vivimos con mis padres, hasta que encontremos una casa. Su casa está enfrente de una gran área de tierra accesible al público. Hay campos de béisbol, pistas de equitación, y senderos para caminar. Supe inmediatamente que era el lugar perfecto para salir a correr.
Fui a correr con Lucy, la labradora negra de mis padres. Lucy es una perra buenísima. Es dócil, no se sube encima de la gente, y no te lame la cara. Ella solo tiene un gran problema: se lleva fatal con otros perros. Cuando nos encontramos a otra persona con su perro, tengo que ponerle la correa y mantenerme cerca o la situación se convierte en incontrolable. En la tarde de domingo, muchas personas tuvieron la misma idea de salir a pasear con su mascota, así que nuestra ruta fue determinada por una misión singular–no cruzarnos con nadie.
No me gusta mucho correr sin dirección. Cuando vivía en San Francisco, cada vez que iba a correr, siempre tenía un destino. Corría al gimnasio o a clases de baile. A veces, iba corriendo a una cita con una amiga . Me he dado cuenta de que la mejor manera de no parar es contar mis pasos. Generalmente, me gusta contar 400 pasos corriendo y 200 pasos caminando–como no soy corredora, una combinación así me funciona perfectamente. Desafortunadamente, la técnica de muchas personas de escoger una cosa en la distancia (un árbol o buzón) no me motiva. Si cuento mis pasos, evito distracciones, es casi como una meditación rítmica. Por eso, correr con un perro es ideal. El escoge la ruta, y yo me centro en contar mis pasos y disfrutar de las montañas.
Missoula, con una elevación de 978 metros sobre el nivel de mar, está ubicada en un valle entre montañas. En todas las direcciones, hay montañas cubiertas de nieve. Las dos más grandes, la montaña Sentinel (1,572 m) y la montaña Jumbo, son visibles desde el parque. Hace mucho tiempo, más de 13,000 años, un glaciar bloqueó el río que atraviesa la ciudad, formando El Lago Glacial de Missoula. Cuando el agua salió produjo una gran inundación que dejó marcas en la cara de las montañas donde estaba la línea de la costa. Si hay buena luz, y la nieve no es muy profunda, puedes verlas en la distancia.
Lucy y yo hicimos una ruta con forma de 8, corriendo hacia el sur para evitar a un hombre con una chaqueta azul y su perrito apenas visible en la nieve. Hicimos un círculo alrededor de una pista de equitación con varios obstáculos para las competiciones. Cuando vivía aquí de niña, nunca me di cuenta que había una pista de caballos porque la única razón por la que cruzaba la calle hasta el parque era para ir a la tienda de dulces durante la temporada de béisbol. En invierno, esquiadores y niños con trineos reemplazan a los caballos, tengo ganas de verlos cuando haga más calor.
Cuando nos dirigimos Lucy y yo a casa, el sol se estaba poniendo sobre las montañas por el oeste. En el parque oscureció, pero el sol todavía iluminaba las caras de las montañas Jumbo y Sentinel, haciéndolas brillar. Dos zorros corrieron a través del nieve y pararon, con las colas levantadas, cuando vieron a Lucy. Hizo todo lo que pudo para perseguirlos, pero no se lo permití.