Fui a San Francisco la semana pasada. Jacob ya estaba allí y cogí el metro desde el aeropuerto para encontrarme con él. Viajaba con mis maletas habituales: una bolsa pequeña que puedo poner debajo del asiento y mi mochila fiel, la única cosa que ha viajado conmigo a casi todos mis destinos en los últimos diez años.
Después de leer el post de Rober sobre su guitarra con firmas, era mi turno y no sabía sobre qué objeto especial escribir. Pregunté a Jacob por sugerencias. Me dió unas ideas, “pero es difícil,” me dijo. “No guardas muchas cosas.”

Cuando llegué a San Francisco, tenía que ir al centro, que estaba más allá de nuestro alojamiento, porque Jacob tenía ambas llaves. Me costó más tiempo de lo que esperaba y también queríamos ir a una clase de lindy hop. Pero no me daba tiempo a ir al apartamento y volver a la hora de la clase. No hubiera podido llegar con una maleta muy aparatosa, porque había que caminar un poco, pero con mi mochila con hebilla en la cintura, no hubo ningún problema. Fuimos a la clase y después a otro barrio para cenar, y finalmente al alojamiento, todo el trayecto andando.
La mañana siguiente, me senté para escribir mi post. Todavía no tenía una idea clara. Pero entonces, mis ojos fueron a parar a mi mochila que estaba en el suelo, la misma mochila que había llevado a la ciudad.

Mi mochila ha estado conmigo tanto en viajes a la naturaleza como a grandes ciudades, también en mi primer viaje al extranjero, cuando literalmente volamos alrededor del mundo. Lo que me encanta de esta mochila está relacionado con mi motivación de no cargar con muchas cosas que no uso durante los viajes. Tengo movilidad y puedo cambiar de dirección en cualquier momento. Es algo que suelo poner en práctica en los viajes y también en la vida real.
La mochila es una maravilla de diseño, con hebillas y correas para hacerla más compacta. La compré para hacer un viaje como mochilera en Oregon, hace ya más de diez años. Se ajustaba perfectamente a mis caderas y no tenía que hacer ningún esfuerzo para llevarla. Bueno, hasta que llegaron las ascensiones a la montaña.
Desde entonces, con unas pocas excepciones, la mochila ha estado conmigo cada vez he ido a la montaña y también cuando he ido a algún lugar en avión. Estaba allí cuando llegamos una tarde a Copenhague después de un vuelo largo. No pudimos contactar con nuestra anfitriona de Airbnb y tuvimos que caminar durante varias horas buscando un alojamiento.

La mochila también estaba allí cuando me puse enferma del estómago durante un viaje de senderismo a las montañas, cerca de Yosemite. Después de pasar toda la noche vomitando, apenas podía reunir la energía suficiente para caminar, y mucho menos para llevar la mochila. Estábamos lejos del coche, así que Jacob caminó durante más de 3 kilómetros solo para llegar hasta el camino más próximo. Entonces, yo dormí con la mochila como almohada durante todo el día mientras que él fue a por el coche.

Una vez, perdí mi mochila en un autobús de camino a la graduación de mi hermana. Estaba en la parte de abajo del autobús con las otras maletas y no sé qué ocurrió, pero no estaba allí cuando fui a buscarla. Apareció unos días después y lo primero que hice fue buscar la ropa que tenía adentro, feliz como el día de la navidad después de pensar que la había perdido para siempre. Pero en retrospectiva, mientras que ya no recuerdo ni tengo ninguna de esas prendas, la mochila es todavía una constante. Espero que en el futuro venga conmigo a muchos viajes, siempre llena de cosas que probablemente pierda y otras de las que seguro me olvido después de un tiempo.